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"Ay mijita que duro es para tu generación": la epidemia de la perfección en los 20s

  • Writer: Daniela Uría
    Daniela Uría
  • Oct 1, 2020
  • 9 min read

Updated: Oct 2, 2020

Hace 30-40 años, los 20´s eran la época en la que intentabas comerte el mundo. Empezabas tu primer trabajo, tu independencia económica, a ser más libre porque ya tenías tu propio dinero. Buscabas una pareja ideal, te casabas, y antes de los 30 empezabas a formar tu familia, o incluso ya estaba formada en algunos casos. En mi caso personalmente, mis papás iniciaron al igual que muchas familias en América Latina, donde a los 30 ´s ya tenían sus 3 hijos, su casa y una vida formada.


Yo con 25 años, hablo 4 idiomas, he estudiado aproximadamente 20 años de mi vida, tengo un título de psicóloga clínica, un post grado y candidatura a un PhD, sin embargo, estoy sentada en mi cama en pijama a las 11 de la mañana de un jueves escribiendo este artículo pensando qué voy a hacer mañana?


Teniendo 25 años, no he “logrado” conseguir un trabajo que me mantenga o al menos cubra los gastos necesarios. No he “logrado” independizarme de mis padres, ya que, si no fuera por ellos y su generosidad, estaría viviendo en casa. No he logrado comprar mi primera TV, mi primer auto… quién incluso se atreve a pensar en una casa o departamento a esta edad?


Igualmente, en términos de relaciones de pareja… hoy en día los que se casan o están en una relación formal a los 20´s son la excepción a la regla y para todos los solteros ahí afuera, conocer o formar una conexión genuina se ha vuelto uno de los desafíos más complicados de los 20´s, ¿pero por qué, qué paso? Hace 20-30 años eso se hacía a esta edad… por qué a esta generación le cuesta tanto. ¿A veces me cuestiono si somos más vagos? ¿Si tenemos más miedos? ¿Si la economía y la política está tan arruinada que también nos arruinaron a nosotros?, si la gente en serio no quiere enamorarse y encontrar a su otra mitad?


Luego llego a la conclusión de que son una serie de factores, no solo sociodemográficos o políticos, no solo culturales, no solo en nuestra región, no solo es culpa nuestra, es culpa de los estándares que año tras año van cambiando, aumentando y exigen cada vez más de las personas, y bueno los más susceptibles somos claramente los que crecimos en la revolución tecnológica más grande de la humanidad. No por algo somos la generación con más ansiedad, depresión y trastornos alimenticios que ha existido en la historia, nada es estable ni duradero en nuestras vidas. Empezando por el Tamagochi que teníamos de niños, los cargadores de iPhone, el trabajo que te dieron antes de la pandemia, o la relación que pensaste que iba a durar. Y bueno, así empieza mi artículo sobre la inobtenible perfección.



De acuerdo con el diccionario de Cambridge, el significado de perfección es un estado en el que el individuo se siente completo y correcto en todos los sentidos. Este concepto es bastante ambiguo, pero encapsula exactamente lo que es la perfección, algo que no puede obtenerse. Con el paso de los años se ha ido perdiendo la diferencia entre lo que es ser nuestra mejor versión y ser perfecto.


Nuestra generación, los millenials, nacieron y crecieron al mismo tiempo que el internet y las redes sociales. Nuestra niñez se caracterizó por no estar afectada por las mismas, sin embargo, nuestra adolescencia y adultez joven creció de la mano de Hi5, MySpace, YouTube, Facebook e Instagram. Con el boom de las redes sociales, el concepto de perfección que cada persona instaura a lo largo de su vida en sus cabezas, se volvió más rígido, tangible y más estereotipado. Por ejemplo, el físico perfecto incluye imágenes como estas:


No solo existe una definición de lo que es ser perfecto, si no ya se la puede ver en una imagen estereotipada. El concepto se vuelve rígido, claro y de hecho se lo ve en todas las plataformas y espacios alrededor de nuestras vidas. De acuerdo a varias investigaciones sobre trastornos alimenticios, en el año 2000, la prevalencia de estos era de 3.5% (cuando no existían redes sociales y el acceso al internet no era tan fácil como el actual). Entre los años 2013-2018 la cifra se dobló a 7.8%, es decir, actualmente casi el 8% de la población de mujeres en el mundo sufren y viven con el problema de salud mental más mortal de todos (anorexia o bulimia) . Hoy en día nos vemos bombardeados 24/7 sobre cómo la salud perfecta, el cuerpo perfecto, la vida perfecta, te conducen a la felicidad. Por ejemplo, si googleas revistas de salud, solo encuentras gente fit con cuerpos increíbles que se ven realmente felices sin problema alguno. De hecho, en la mayoría de estas revistas, el objetivo es convertirte en ellos, es compartirte tips para ser "perfecto", en lugar de ser tu mejor versión.



Con esto no quiero decir que el ejercicio no sea una forma excelente de sentir bienestar y ser saludable. Sin embargo, para la mayoría de las personas, estos cuerpos perfectos, son algo inalcazable por varias razones, que al ser lo deseado en la sociedad actual, automáticamente convierte a la mayoría de las personas en algo “no deseable” y ahí es donde empieza la comparación y la lucha constante por convertirte en alguien que no eres.


Día a día, nos vemos expuestos a la “perfección” Cada vez que utilizamos redes sociales vemos a la gente feliz, con cuerpos espectaculares, en las mejores vacaciones, comiendo comida increíble, teniendo las relaciones más estables, mientras que uno sigue en la cama actualizando la página pensando por qué no tengo esto?

Las investigaciones han demostrado que la frecuente exposición a redes sociales no solo incrementan los niveles de ansiedad y depresión. Sino también distorsionan nuestra imagen corporal, incrementan nuestro FOMO (fear of missing out – miedo o temor a perderse algo o no estar en un momento donde los demás están), y reducen drásticamente nuestra autoestima.



Las redes sociales no han sido las únicas fuentes que han conducido a esta incesante búsqueda de perfección. Varias investigaciones afirman que tener un título universitario te asegura una mejor calidad de vida. Sin embargo, hace 20 o 30 años, no ir a la universidad no significaba que tu calidad de vida iba a ser peor, solo era una decisión que algunas personas tomaban y a pesar de ello lograban formar sus negocios o trabajar para ciertas compañías. Para los que decidían educarse en la universidad, tener trabajo después de graduarse era una seguridad, ahorrar era factible y empezar a ser independientes económicamente era la regla.

Actualmente, no invertir en tus estudios significa, no tener siquiera una oportunidad. Para todos los trabajos no solo se requiere un título universitario, sino también post grado y años de experiencia. Por ello, muchos jóvenes de 17-18 años deciden entrar a carreras que ni siquiera les gusta, solo por el hecho de tener que hacerlo. Adicionalmente, por cómo las cosas se han puesto a nivel mundial (ni se diga con la situación actual del coronavirus), ser un estudiante universitario o de máster es saber que cuando te gradúes vas a estar desempleado por un largo periodo de tiempo.

Esto nos convierte en una generación cargada de incertidumbre, que no solo ha invertido tiempo, energía y dinero en una educación de calidad, sino que también no sabe si el trabajo duro y el esfuerzo va a generar algún tipo de resultado. Por ello, si preguntamos y encuestamos a las personas en sus 20´s sobre ansiedad y depresión, la incertidumbre y miedo al futuro es un denominador común. Tomando todo esto en cuenta, los costos de las universidades se han doblado e incluso triplicado en la mayoría de los países, no solo dejando a muchos de los estudiantes recién graduados con deudas impagables, sino también estamos destinados a vivir en casa con nuestros padres hasta que milagrosamente tengamos un trabajo que nos de la oportunidad de ser independientes. Esto vuelve a contribuir a la incertidumbre y al pensamiento constante sobre ¿hacia dónde nos dirigimos?


obtenido de: https://thesoundingline.com/why-inflation-is-much-worse-than-the-headline-numbers-suggest/


Cuando escucho historias de mis padres acerca de cómo eran las relaciones de pareja en su época, me invade un poco la envidia. Las personas tenían que en realidad aprender a esforzarse y a extrañar. Para conseguir el número de alguien tenían que demostrar muchísimo interés, llamar a las casas a ciertas horas del día y sobre todo, no tener idea que hacía su pareja con su vida a lo largo del día. Había cierto misterio, lo cual incrementaba el interés y más que nada el esfuerzo que se invertía. Hoy en día, podemos saber 24/7 qué hacen nuestras parejas, podemos saber a tiempo real dónde se encuentran y con quién. Si alguien nos interesa, existen probablemente 10 distintas formas en las que puedes contactarles, lo que quiere decir que también hay 10 distintas formas en las que te pueden rechazar.

Esto ha convertido a las relaciones interpersonales y de pareja en una competencia sobre quién demuestra más desinterés, lo cual ha hecho que muchas personas tiendan a evitar todo tipo de cercanía emocional por miedo a ser lastimados. Estamos a la expectativa de encontrar a esa persona que te escriba y esté pendiente, pero que no siempre esté disponible. Que se vea increíble físicamente, pero que no lo busquen tantas personas. Que te cuente sobre su vida, pero que no sea dependiente ni necesitado. Lo cual nos deja nuevamente en un estado de incertidumbre y falta de claridad, que como vimos anteriormente, es una variable constante en nuestras vidas.



Hasta aquí creo que puedo hacer una pequeña lista sobre cosas que la mayoría de gente en sus 20s han sentido:


-tener la necesidad de verse siempre bien para poder ser aceptados

-tener miedo al compromiso y al rechazo

-sentir una incertidumbre constante o preguntarse todos los días ¿qué estoy haciendo?

-compararse con las demás personas en redes sociales (en términos físicos, profesionales, relacionales, académicos)

-sentir que siempre hay algo más que tienen que hacer (querer alcanzar esa perfección)

-tener ansiedad o depresión ¿Pero dónde quedamos con todo esto?

Existen muchos artículos que tachan a las nuevas generaciones y a los millenials como individualistas y narcisistas, pero lo que debemos cuestionarnos es, qué tanto el perfeccionismo al que hemos sido arrastrados por los cambios tecnológicos y sociales, nos han obligado a olvidarnos del colectivismo que funcionaba anteriormente. Sí, somos una generación más individualista y egoísta, pero también con mayor ansiedad, depresión y trastornos alimenticios y esto se ha dado por el hecho de que hemos sido expuestos a ambientes y a variables que han activado estos trastornos. Nuestras personalidades se han ido formando con las crisis mundiales, políticas y económicas de los últimos años, la inalcanzable perfección de las redes sociales, la incertidumbre alrededor de todos los ámbitos en nuestras vidas, el bombardeo de información negativa filtrándose todos los días en nuestros cerebros, y la falta de conexión emocional en las relaciones interpersonales de hoy en día.


Afortunadamente no todo es negativo, somos la primera generación en levantarse en masa contra injusticias sociales, raciales y generacionales. Somos la primera generación que se cansó y está rompiendo con los estándares de belleza e imagen corporal. Somos la primera generación que no cuestiona los derechos de todas las personas sin importar su raza ni orientación sexual. Y somos la primera generación que, por experiencia propia, le da suma importancia a la salud mental.


Por ello, a pesar de todos los factores que a lo largo de nuestro crecimiento han ido formando y afectando nuestro bienestar general, nuestra calidad de vida y nuestra salud mental, somos una generación fuerte, que sabe de resiliencia y que a pesar de que vive de la incertidumbre y el constante cambio, sabe como levantarse y reinventarse cada día. Por ello es importante seguir haciendo énfasis en los cambios sociales y culturales. Seguir luchando por la justicia social, por los derechos de todas las personas y más que nada por nuestra propia salud mental. Somos una generación que tiene el poder de usar su propio enemigo (las redes sociales), para desarrollar un nuevo tipo de conciencia social.

Es importante seguir generando cambio, incentivar el auto cuidado y el amor propio. Cambiar los cánones y patrones disfuncionales de pensamiento que nos han convertido en “la generación más individualista”, y ser la generación que promueve la salud mental en las personas. Tenemos el poder de generar ideales positivos y saludables, que tan solo con un clic pueden cambiar la vida de alguien más.



Por ello, a pesar de haber crecido en la era donde fuimos bombardeados con una falsa publicidad sobre lo que significa la perfección, aprendamos a utilizar nuestros errores, miedos, tropiezos y sobre todo, esa incertidumbre que nos caracteriza, para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Que en lugar de enfocarnos en una meta específica en el futuro que nos haga más “perfectos”, vivamos y apreciemos lo que hemos logrado y que muchas veces para otros sería su definición de “perfecto”.


Y finalmente, cierro con las palabras de mi padre “ay mijita, que duro es para tu generación”. Si lo es, y siempre lo va a seguir siendo, pero esto nos hace más fuertes, resilientes y sobre todo, nos ha convertido orgullosamente en agentes de cambio.


Daniela Uría

 
 
 

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