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Carta de una psicóloga a padres y familiares de hijas que han vivido violencia sexual

  • Writer: Daniela Uría
    Daniela Uría
  • Apr 25, 2022
  • 6 min read

** este escrito tiene un gran contenido de violencia sexual y violación que puede ser muy difícil de leer para las víctimas de Abuso Sexual.

** AS = Abuso Sexual


Soy psicóloga clínica y atiendo todos los días de 4 a 5 adultos o adolescentes en mi consultorio. Es un trabajo que me apasiona y del que me llevo a casa no solo alegrías, mejoras y buenas sesiones, pero también dolor, tristeza, muchas historias de trauma y sentimientos de impotencia. Cuando empecé a ejercer como psicoterapeuta no comprendía lo común del abuso sexual y las violaciones, hasta que las empecé a ver, observar, presenciar, vivir el trauma con mis pacientes, cada día, cada hora a medida que lloraban la perdida de inocencia que vivieron, de SU inocencia. Sabían que 1 de cada 4 mujeres fueron abusadas en su niñez, y uno de cada 9 hombres también? Y que 3 de cada 4 abusos son perpetrados por personas en casa? Gente conocida como abuelos, hermanos, tíos, empleados, trabajadores, primos, etc… (utilizo el género masculino porque es lo más común, sin embargo también existen mujeres perpetradoras y me he topado con varios casos así). En mi consultorio la mayoría a pesar de ya ser adultos, con profesiones, trabajos, incluso hijos, lloran lo ocurrido décadas atrás, con el mismo dolor, el mismo pánico, el mismo temor y la misma culpa que cuando ocurrió el abuso en su infancia.

Esta carta va dedicada a los padres y familiares de esas víctimas porque la gravedad y el tratamiento psicológico de este tipo de violencia va a depender en gran parte de los padres de los niños y niñas sobrevivientes de este trauma.


Uno de los elementos más fuertes del trabajo con víctimas de estos traumas radica en haber atravesado el dolor y el padecimiento del trauma solos, solas, sin nadie que los escuche, sobre todo a tan corta edad. Tengo pacientes que décadas después sienten un dolor inmenso de haber vivido este trauma a los 4, 5, 9, 15 años, y tener que irse a su cuarto cada noche con terror y pánico SOLOS sin nadie en sus vidas en quién confiar o pedir ayuda. Existen muchas razones por las cuales deciden permanecer en silencio, por ejemplo: por vergüenza, por temor a qué dirá la familia, por miedo a las represalias en contra del perpetrador, por frustración porque el abusador puede ser su mismo padre o madre, por pánico a arruinar la familia, y sobre todo por miedo a que los culpen. Tengo pacientes que tenían 5, 6 añitos, otros 8, 10, otras que tenían 14, y más… que se sienten culpables de lo que les pasó. Con lágrimas en sus ojos y casi siempre temblando del miedo me dicen “yo no pude decirle que no, es mi culpa que me pasara esto”. Estas frases inicialmente me sorprendían cuando inicié mi práctica clínica, pero a medida que llegaban más y más pacientes con los mismos pensamientos, mismas emociones, mismas culpas, me di cuenta que esto es lo común, la culpabilidad, la soledad, el secretismo y la vergüenza.



Algo característico del abuso sexual infantil y adolescente es la cronicidad. Una vez que ocurre, el perpetrador entiende y logra manejar el miedo de la víctima a su favor. Normalmente inician el abuso con regalos, dinero, caramelos, y bienes materiales para manipular a los niños (estos bienes van a depender mucho de la edad de las víctimas). Por eso: OJO padres, si sus hijos llegan con regalos, dinero, pertenencias que ustedes no han adquirido, investigar hasta el final la razón de su procedencia.

Posteriormente cuando la niña empiece a protestar al abusador o se empiece a incomodar con lo que sucede, iniciarán las amenazas por parte del perpetrador “si dices algo a tus papás los mato” “si dices algo a alguien van a saber que tú me provocaste. OJO padres: aquí los niños y adolescentes empezarán a mostrar signos de miedo y pánico (orinarse en cama, problemas fisiológicos como estreñimiento, aislamiento, tristeza, moretones extraños, pesadillas, regresiones en su edad al portarse como más pequeñitos, etc…).

Finalmente, cuando el perpetrador/violador logra afianzar la relación de poder sobre su víctima y está seguro que el miedo, pánico o recompensas no le permitirán a su víctima hablar, el abuso continuará sin premios, sin amenazas…. Solo continua.

Aquí es cuando la mayoría de víctimas siente la culpabilidad de no parar, sin saber que su cerebro y su cuerpo ha adoptado una estrategia de supervivencia llamada “freeze response”, parte fundamental de nuestro cerebro evolutivo que servía para huir de los depredadores y enemigos en la antigüedad. Esta estrategia consiste en que el cerebro entiende que, ante un pánico y un terror tan grande, es mejor no huir ni correr porque al quedarse congeladas y congelados, es muy probable que el “atacador o depredador” no agraven el ataque. Y así es como por periodos crónicos, las niñas, niños, adolescentes, y adultos mantienen el secreto y son INCAPACES de impedir el abuso porque su cerebro de supervivencia toma las riendas de sus comportamientos y emociones.



Al haber trabajado con muchos sobrevivientes de violencia sexual puedo concluir que existen 3 tipos de víctimas. Primero, existen víctimas que deciden no hablar nunca y permanecer con el secreto para siempre. Tengo pacientes que han llevado con ellas mismas el secreto hasta que en sesión logran hablarlo y expresarlo con tanto temor y miedo, como si el abusador estuviese presente en el consultorio y pudiese hacerles daño nuevamente. En segundo lugar, existen las víctimas que lo hablaron con amigos, familia, padres y madres y lograron manejar al abuso acompañados e incluso algunas veces confrontar al abusador (aunque tristemente, este es el grupo menos común). Este tipo de víctimas tienen mayor resiliencia, sienten el apoyo incondicional de sus más cercanos y son las personas que logran manejar esta adversidad de mejor manera.

Existe un tercer tipo de víctima, que son los niños y niñas que hablaron, que pidieron ayuda, que comunicaron a sus padres, madres lo ocurrido, y lo único que obtuvieron a cambio fue silencio o un “nunca más vamos a hablar de esto”. Este grupo es lastimosamente el más común, y el que no solo no sabe como superar este trauma, si no que se vuelve a traumatizar (esto se llama revictimización), ya que no solo vivió la violencia sexual, si no vive otro tipo de violencia por parte de sus padres llamado negligencia, y este tiende a doler incluso más y a dejar más secuelas en la adultez que el abuso sexual per se. Este tipo de víctimas son los que más problemas psicológicos atravesarán a lo largo de su vida ya que, no solo aprenden que las personas son desconfiables, abusivas y posibles perpetradores , sino también asocian que las personas más cercanas en sus vidas son los que permiten y perpetúan el abuso. Es común escuchar comentarios como “no le he vuelto a comentar a mi mamá porque se que a ella le duele más que a mí” o “ no lo he hablado con mis padres nuevamente porque su falta de respuesta me duele más que el abuso”. Esto, padres y madres es lo que hay que cambiar. Las consecuencias de esta revictimización provocan severos problemas relacionales e interpersonales en las niñas y niños víctimas de violencia sexual. Se les hace prácticamente imposible confiar en las personas, se vuelve realmente complicado entablar relaciones sociales e íntimas sanas, deja secuelas emocionales muy profundas y provoca que la persona tenga miedos constantes y sensaciones físicas de pánico prácticamente todos los días de sus vidas.



A que me lleva esta carta, a que como padres por más doloroso que pueda ser que ocurra esta tragedia en las familias, las niñas y niños que lo vivieron son las víctimas reales. No me imagino el dolor que como padres y madres deben sentir al enterarse de estos eventos traumáticos, pero NUNCA olvidemos que la verdadera víctima en esta situación son las personas violentadas sexualmente. Siempre que una niña, adolescente, o adulta comente una situación así, no es por llamar la atención, no es por perjudicar una relación familiar, es porque ocurrió y dudar de su testimonio es violencia, es negligencia, es re-traumatizador, es volverse cómplice del perpetrador. Dejar atrás esos comentarios comunes que he escuchado en familares “esque esto va a arruinar a la familia” “es que me duele demasiado aceptar que esto pasó”, porque por detrás de todo esto, la familia ya está arruinada por la presencia de un/a perpetrador y el dolor más fuerte y paralizante ya lo está viviendo esa niña o niño que no tiene idea de por qué está sucediendo todo esto.

Hay muchas conclusiones que puedo sacar de trabajar con personas que me dan la oportunidad de vivir su dolor con ell@s, y en esta carta hago una sugerencia especial a los padres o familiares de personas que han vivido un abuso sexual o una violación. NUNCA subestimen lo que ocurrió, NUNCA dejen pasar por miedo o dolor lo que una hija, prima, sobrina, les cuenta. NUNCA duden del testimonio de alguien que está pidiendo ayuda a gritos y sobre todo NUNCA pongan sus emociones de tristeza y dolor sobre el dolor de la verdadera víctima. Al escuchar, enfrentar, detener y buscar ayuda para sus hijos, les ahorran una vida de miedos, culpa, vergüenza, pánico y sobre todo trauma.





Psicóloga Clínica

MSc Daniela Uría

 
 
 

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