¿Por qué Adictos?
- Daniela Uría
- Dec 27, 2018
- 4 min read
Siempre que converso sobre mi carrera, las pasantías o trabajos que he tenido y el enorme interés que siento sobre el mundo de las adicciones, surgen preguntas como: ¿por qué adictos?, ¿no te da miedo?, pero ellos nunca cambian no?, pero los drogadictos son malos... entre muchas otras más. He llegado a la conclusión que explicarlo se me hace realmente difícil, porque el interés y el entendimiento lo he ido construyendo con el tiempo y las experiencias.
Todo empezó cuando tenía 15 y me enteré que un primo al que nunca conocí ni conozco, tenía una adicción tan fuerte que dejó a toda su familia para vivir en las calles y drogarse. No entendía cómo alguien puede dejar todo, una vida cómoda, padres preocupados, amigos, educación y un futuro, por drogas...
Desde ahí, empecé a ver documentales sobre adicciones, sobre los distintos tipos de drogas, sobre las familias que quedan atrás, sobre toda la magia que pasa en el cerebro una vez que consumes, sobre las distintas historias de gente con adicciones al rededor del mundo. Me volví "adicta", como muchos diríamos, a todas las películas y documentales que logran retratar a las adicciones como lo que en realidad son: un agujero negro.
Menciones importantes y necesarias son:
-Trainspotting
-Requiem for a Dream
-Basketball Diaries
-Christiane F
-Party monster
-VICE: a love story Swansea
Cuando tenía 18 años me mudé a Alemania. Para esta etapa de mi vida yo ya había decido estudiar psicología clínica para lograr entender a nivel académico y científico lo que en realidad es una adicción. Allá fue la primera vez que pude conocer y ver a personas en pleno consumo. Todos los días yendo a clases, pasaba por la zona roja donde la gente se sentaba a inyectarse y a disfrutar sus dosis. Cuando regresaba seguían ahí, y así sucesivamente todos los días. Obviamente, al principio pasaba y me daba terror que alguno me haga algo o se me acerque. Luego con el tiempo me di cuenta de que eran más débiles que yo, que algunos no se podían dar ni cuenta que pasaba por al lado de ellos. Al final caminaba tranquila viendo las distintas caras de desesperación, tristeza y abandono de todos. Un día incluso regresando a mi casa con una amiga, uno se acercó totalmente desorientado, con la jeringa vacía recién inyectada y el brazo sangrando con la aguja clavada a pedirnos algo de comer. Mi amiga naturalmente corrió y se asustó y solo nos alejamos. Recuerdo claramente que mientras esperaba mi tren, veía como el chico (porque seguramente tenía unos 23) desesperado buscaba comida, dinero o alguien que le escuche. Hasta ahora tengo la imagen muy presente en mi cabeza: sus ojos rojos, llenos de lágrimas y con jeringa en mano diciendo "essen, essen" (comida, comida) mientras lloraba y todos lo evitaban o huían.
A lo largo de mis pasantías, primero trabajé con niños de la calle que consumen drogas para sobrevivir. Aprendí que la venta de niños es una realidad en Ecuador, que los padres obligan a trabajar a sus hijos para comprar drogas, que los niños se drogan para no tener hambre y que la prostitución infantil es algo de todos los días. Y ahí, junto con el recuerdo del chico en la estación de trenes algo hizo clic y pensé. ¿Cómo vivir una vida sobria cuando todo eso te ha pasado?, ¿Cómo vives sobrio si tienes tantos traumas que te persiguen todos los días? ¿Cómo vives sobrio si la gente te tiene miedo?
En mi segunda pasantía trabajé en un centro de adicciones para hombres adultos. Escuché historias de personas que se prostituyeron por una dosis de base de cocaína. Gente que dormía en cementerios para que dejen de robarles la poca cantidad de droga que conseguían al día. Personas que se dedicaron a asaltar para conseguir dinero. Hombres que abandonaron a sus esposas e hijos para dedicarse a vivir en la calle. Gente que golpeó y robó a sus padres para conseguir una dosis. Hombres que por consumo perdieron a sus amigos en accidentes o sobredosis. Historias así había por cientos. Pero lo que en realidad aprendí es que la motivación y el deseo de cambio de cada uno de los que pertenecían a este lugar era auténtico y realmente fuerte. Aprendí a ver la humanidad de los "adictos" a escucharlos y entenderlos de otra manera. Nunca había visto tanta fuerza de voluntad y dedicación en las personas, pero a pesar de ello, muchos no lo lograban y no frustrarse es parte del trabajo.
Actualmente, sigo interesada y siempre aprendiendo más sobre lo que es una adicción. Es interesante porque cuando conversas con alguien que ha tenido una adicción,
te cuenta que la droga ya ni les gusta, solo es necesario para no estar en el presente, para no recordar y para escapar de la realidad. Creo que es realmente importante que las personas entendamos que un adicto no es solo un adicto. La adicción siempre se disfraza de traumas pasados, abusos físicos, psicológicos o sexuales, de no haber tenido niñez alguna, de trastornos mentales ignorados, de gente abandonada y con deseos de ser amada. La adicción se disfraza de personas que más que fuerza de voluntad necesitan ser escuchadas. Necesitan poder abrirse con alguien que no les tenga miedo, que no piense que se van a quedar así para siempre, de alguien que les tenga confianza y entendimiento. La adicción muchas veces se disfraza de gente que no ha sentido lo que es ser tratado con humanidad y amor. Siempre que regreso al recuerdo del chico de la estación de trenes me imagino, qué me hubiese contado si le daba algo de comer y le preguntaba si estaba bien. ¿Qué hubiese pasado si alguien no le ignoraba y le huía?
Y a la pregunta que todos me hacen siempre: ¿por qué adictos? creo que les podría contestar... porque siento que les entiendo de manera genuina.

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